El mercado de la joyería es uno de los más finos y costosos del mundo. La singularidad de ciertas piedras preciosas hace que cuando se presenten en subastas, inversionistas, altas joyerías o coleccionistas de todo el mundo, pelean en una guerra de paletas y dinero para conseguirlas.
Todas las joyas tienen una historia, en mayor o menor medida, y estas piezas de joyería han sido entrañables para sus dueños y no solo eso, han dejado huella.
Para terminar la semana, en Navas Joyeros os hablamos de las mayores reliquias de la joyería mundial. Bien porque el valor de alguna de ellas sea demasiado alto, por ser el capricho de reinas, actrices y aristócratas, por llevar la mala suerte consigo, o por haberse perdido en mitad del océano, es decir, joyas con mucha historia.
Famoso por las piedras preciosas que conservaba su familia, el maharajá de Patiala, la ciudad más grande del Punjab, encargó a la joyería Cartier, en el año 1925, uno de los collares más espectaculares de la historia. Una increíble pieza de joyería diseñada en base a un enorme diamante amarillo de unos 500 quilates, sobre cascadas de diamantes blancos, esmeraldas y dos rubíes montados sobre platino.
El broche de la emperatriz Eugenia de Montijo, es una pieza de joyería con forma de lazo, y se convirtió en una de las joyas preferidas de la esposa de Napoleón III. Ella misma se encargó de transformarlo, de un cinturón a un broche. Fue adquirido por el museo del Louvre es una subasta a razón de diez millones y medio de euros, exponiéndolo a día de hoy en el museo.
Marlene Dietrich, además de ser una actriz de lo más misteriosa, era una coleccionista de joyas, aunque cabe destacar que su madre regentaba una joyería en Brasil. Las mismas piezas de joyería que compraba para ella, se las ponía en sus películas, y entre sus joyas preferidas estaba una pulsera tridimensional de diamantes y rubíes, conocida con el nombre de pulsera Jarretière y que Dietrich lució en la película de Hitchcock “Pánico en la escena”.
Aquella gargantilla que Harry Winston regaló a Marilyn Monroe para que luciera en el famoso número musical de “Los caballeros las prefieren rubias”, pudiese parecer su joya más famosa. La actriz se decantaba más por las perlas que por los diamantes. Su collar preferido fue un regalo de Joe Di Maggio durante su luna de miel en Japón. Este collar de perlas Mikimoto se lo puso también para ir a firmar el divorcio con Di Maggio tan solo un año después.
El diamante Tiffany’s, considerado como una de las piedras preciosas más espectaculares jamás encontradas, es un diamante amarillo de 128,54 quilates que popularizaría Audrey Hepburn en los carteles publicitarios de “Desayuno con diamantes” per, que no era el que lucía en la película, y puede verse hoy en día en la tienda insignia de Tiffany’s en Nueva York.
El diamante Cullinan, cuando fue descubierto en Sudáfrica, era el diamante más grande del mundo. Tanto que pudo dividirse en más de 100 partes, 9 de ellas, las más grandes, pertenecientes a la familia real británica. Hoy en día tan sólo les quedan 2, y tienen forma de broche.
El diamante Hope que tras ser encontrado en la India a mediados del siglo XVII, este diamante azul de 45,52 quilates pasó de pertenecer al Rey Louis XIV, a ser robado durante la Revolución Francesa, hasta llegar a manos del banquero inglés que le da nombre a principios del siglo XX. Este se lo vendió años después por problemas con las apuestas a una aristócrata americana, Evalyn Walsh McLean. La misma que aseguró que estaba gafado ya que su marido la abandonó, su hija se suicidó y su hijo murió en un accidente de coche, poco después de adquirirlo. En 1959, el joyero Harry Winston lo mandó por correo al Museo Smithsoniano de Washington, donde sigue a día de hoy.
El jade Hutton-Mdviani, el collar de jade más caro de la historia se vendió en una subasta de Sotheby’s celebrada en Hong Kong por más de 27 millones de euros. La pieza de joyería en cuestión perteneció en su momento a la multimillonaria Barbara Hutton, y a la hermana de su primer esposo, la princesa Linda Mdviani, casada a su vez con Denis Conan Doyle, hijo de Sir Arthur Conan Doyle. Ambas se llevaban tan bien durante el tiempo que fueron cuñadas que se iban dejando el collar.
Tras pasar por las cortes inglesa, francesa y española de la época, la Perla Peregrina fue encontrada por un esclavo en Panamá al que liberaron tras rescatarla, pasando a mano de Elizabeth Taylor, ya que su marido, Richard Burton consiguió quitársela de las manos al mismísimo Alfonso de Borbón y Battenberg.
La ceremonia de los Oscar de 2008 no será recordada, precisamente, por ningún vestido sino por el impresionantes collar que lució Nicole Kidman. Una elaboradísima pieza diseñada por su amiga L’Wren Scott hecha a base de 7645 diamantes que sumaban un total de 1400 quilates, dando lugar al collar de L’Wren Scott.
Treinta y tres quilates tenía el diamante que Richard Burton le regaló a Elizabeth Taylor en 1969. Burton pagó la friolera de un millón de euros por él en una puja, dejando con las ganas al joyero Harry Winston, al Sultán de Brunei y al mismísimo Aristóteles Onassis. Cuando se divorciaron por segunda vez, Taylor lo vendió y destinó parte de lo recaudado a construir una escuela en Bostwana, lugar donde se habían casado en segundas nupcias en 1975, tan solo 16 meses después de su primer divorcio.