El Día de la Madre

Ya ha comenzado la cuenta atrás para una de las celebraciones más bonitas del año, y es que es cierto que quizás no todas las mujeres son madres, pero sí todas son hijas, y es por ello, que esta fecha es tan especial para todos.

¿Quieres conocer una curiosidad sobre la celebración de este día?
Es que en México, los aztecas ya honraban la maternidad, a la madre de Huitzilopochtli.
Honrar la maternidad también fue característica de las culturas que poblaron Mesoamérica antes de la Conquista. Una de ellas, la azteca, rendía culto a la madre de su dios Huitzilopochtli, la diosa Coyolxauhqui o Maztli, que según era representada por la luna.
La mitología cuenta que durante la creación del mundo fue muerta a manos de las estrellas, que celosas, le quitaron la vida para que no diera a luz a su hijo Huitzilopochtli, quien representaba al sol, sin embargo, éste sí pudo nacer, venciendo a las tinieblas.
Los indígenas rendían especial tributo a esta diosa y dedicaron a ella hermosas esculturas en oro y plata, que no sólo revelan profundo sentido artístico sino la importancia tan grande que ellos concedían a la maternidad.
La peregrinación al Tepeyac es el más representativo de estos rituales, celebrado a mediados de la primavera, en el cerro del Tepeyac, con el fin de honrar a la madre de los dioses, Tonantzin, cuyo nombre significa “nuestra madre venerable”.

Los festejos a la maternidad, entre los aztecas eran de carácter sacro. Peregrinar desde distintos puntos del antiguo México para honrar a Tonatzin, era un acto de comunión cósmica y una ceremonia de reconocimiento a la propia madre.
Tonatzin, como dice la historiadora Bibiana Dueñas: era `la Madrecita´, y tenía por mayor atributo la vida, ella la daba. De allí su importancia y su fuerza más grande. Era el elemento vital de la sangre y, por lo tanto, también la guerra y la muerte eran sus atributos. En las fiestas se le invocaba como “madre de las divinidades, de los rostros y los corazones humanos”. Tonatzin aparecía muchas veces, según cuentan, como una señora vestida elegantemente de blanco, y de noche gritaba y pregonaba.
También cuentan que traía una cuna a cuestas, como quien trae a su hijo en ella, iba al mercado y se acomodaba entre las otras mujeres, más tarde desaparecía, abandonando la cuna por ahí. Cuando las otras mujeres advertían la cuna estaba olvidada, se asomaban a ella y encontraban un pedernal, con el cual se hacían sacrificios en un honor.

¿Qué os ha parecido la historia? Curiosa cuanto menos ¿no?

Para nosotros, en pleno siglo XXI, esta historia queda como una simple curiosidad, pero si mantenemos la celebración en honor a nuestra madre, por ello, ya no es necesario hacer ningún sacrificio ni adoración, con pasar un día bonito con ella y un regalo especial es más que suficiente.

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